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Así que hoy mete con pereza el remo en el agua pero sin apartar la vista de cualquier cosa que flote. “Toca paquetear, es la lotería de los pobres”, ríe de nuevo, “nunca sabes donde aparecerá el ladrillo que te cambiará la vida”. “Paquetear”, la continua búsqueda de droga en el mar, y segundo verbo autóctono que anoto en la libreta.

Mientras mueve el remo con aires de gondolero, el Guanaco recuerda aquel día, de hace cinco años, cuando se encontró un hermoso paquete de cocaína: “Estaba ahí, delante”, dice señalando un trozo de mar, tan azul y cristalino como cualquier otro. Íbamos tres y encontramos 25 kilos que nos repartimos. Me tocó un millón de pesos (50.000 dólares), jamás había visto tanto dinero junto. Con eso amueblé la casa, me compré una moto, otra a mi esposa…” recuerda. “Normalmente, la gente enloquece y hasta tira el dinero al aire pero yo, que he sufrido carencias, no. Al final el dinero me duró menos de un año”.

Además del viento, el nuevo aliado de los pepenadores (recolectores) del Caribe es el sargazo, que deja en la orilla un tupido manto vegetal que afea el lugar, daña los corales, deja sin oxígeno a los peces y espanta al turismo. El alga que se extiende por el Caribe y angustia a México, Panamá, República Dominicana y Florida, pero no así a quienes se aprovechan de las corrientes. “El movimiento que hacen los bancos de sargazo en el agua señala por dónde va la corriente y nos ayuda a saber en que parte de la orilla pueden aparecer los paquetes”, dice.

Así que hoy mete con pereza el remo en el agua pero sin apartar la vista de cualquier cosa que flote. “Toca paquetear, es la lotería de los pobres”, ríe de nuevo, “nunca sabes donde aparecerá el ladrillo que te cambiará la vida”. “Paquetear”, la continua búsqueda de droga en el mar, y segundo verbo autóctono que anoto en la libreta.

Mientras mueve el remo con aires de gondolero, el Guanaco recuerda aquel día, de hace cinco años, cuando se encontró un hermoso paquete de cocaína: “Estaba ahí, delante”, dice señalando un trozo de mar, tan azul y cristalino como cualquier otro. Íbamos tres y encontramos 25 kilos que nos repartimos. Me tocó un millón de pesos (50.000 dólares), jamás había visto tanto dinero junto. Con eso amueblé la casa, me compré una moto, otra a mi esposa…” recuerda. “Normalmente, la gente enloquece y hasta tira el dinero al aire pero yo, que he sufrido carencias, no. Al final el dinero me duró menos de un año”.

Además del viento, el nuevo aliado de los pepenadores (recolectores) del Caribe es el sargazo, que deja en la orilla un tupido manto vegetal que afea el lugar, daña los corales, deja sin oxígeno a los peces y espanta al turismo. El alga que se extiende por el Caribe y angustia a México, Panamá, República Dominicana y Florida, pero no así a quienes se aprovechan de las corrientes. “El movimiento que hacen los bancos de sargazo en el agua señala por dónde va la corriente y nos ayuda a saber en que parte de la orilla pueden aparecer los paquetes”, dice.

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